De la preocupación por el medio ambiente es que surge el concepto de "responsabilidad medioambiental", refiriéndonos con él al grado de compromiso que, como personas, tenemos hacia el entorno que nos rodea y que también incluye a otros agentes.
Lo primordial en la responsabilidad medioambiental está en la conciencia que cada uno debe inculcarse en sus acciones diarias, desde las más insignificantes o que a simple vista puedan parecerlo, hasta las más significativas. Preservar los recursos naturales, cuidar de los ecosistemas y minimizar los impactos ambientales debidos a la contaminación, no es cosa solo de las grandes productoras o de planes medioambientales que dependen de los gobiernos. Es necesario que surja una nueva clase de ciudadanos, estos que apoyen los cambios que permitan crear soluciones a problemas ambientales complejos. Para esto se tiene que empezar por la educación, educación medioambiental en la que se inculque el respeto por nuestro entorno, algo primordial. Enseñar a reciclar, a ser responsable con el consumo energético, emplear productos ecológicos o a reutilizar lo máximo posible son elementos de enseñanza que generarían un cambio muy notable en la sociedad medioambiental si se inculcasen como aprendizaje imprescindible.
Refiriéndonos a la reutilización surge una forma de economía circular cuyo punto base es el de reducir, reusar y reciclar que lucha contra el producir, usar y tirar que hoy en día es base en la economía ciudadana. Esta economía apuesta por el desarrollo sostenible de los productos, enfocado a largo plazo, es decir el ciclo de vida natural de, por ejemplo, una prenda. El punto es parar y plantearse la forma de consumir que se está llevando y valorar si realmente es necesaria.
Está claro que como ciudadanos está en nuestra mano contribuir a esta causa con acciones rutinarias. Sin embargo, y aunque este echo no nos quita peso en nuestro deber, no toda la responsabilidad recae en nuestras acciones diarias. La responsabilidad medioambiental está también asociada al sector productivo y como consecuencia, a que las empresas lleven a cabo prácticas sostenibles, ya que para muchas de ellas la única prioridad hasta ahora ha sido el beneficio económico. A este tipo de empresas, ahora, se les exige un mayor compromiso con el medio ambiente, que se debe reafirmar con prácticas concretas.
Hay leyes en las que se reflejan las exigencias medioambientales, las cuales tienen como función prevenir, evitar y reparar los daños medioambientales que se puedan causar al entorno, éstas incluyen sus debidas sanciones, multas e indemnizaciones. Sin embargo, estas leyes muchas veces no llegan a puntos concretos que las empresas no respetan, como es por ejemplo la producción masiva. Los grandes productores deben tener gran conciencia a cerca de la producción sostenible y llevarla a cabo, no solo es importante el beneficio económico.
Cada uno podemos aportar nuestro granito de arena en una problemática que nos afecta a todos, el medio ambiente no es ajeno a nadie, no puede serlo. Se trata del mundo en el que vivimos, nuestro entorno, y si no lo valoramos y tratamos de manera responsable no dará tregua.
Lo primordial en la responsabilidad medioambiental está en la conciencia que cada uno debe inculcarse en sus acciones diarias, desde las más insignificantes o que a simple vista puedan parecerlo, hasta las más significativas. Preservar los recursos naturales, cuidar de los ecosistemas y minimizar los impactos ambientales debidos a la contaminación, no es cosa solo de las grandes productoras o de planes medioambientales que dependen de los gobiernos. Es necesario que surja una nueva clase de ciudadanos, estos que apoyen los cambios que permitan crear soluciones a problemas ambientales complejos. Para esto se tiene que empezar por la educación, educación medioambiental en la que se inculque el respeto por nuestro entorno, algo primordial. Enseñar a reciclar, a ser responsable con el consumo energético, emplear productos ecológicos o a reutilizar lo máximo posible son elementos de enseñanza que generarían un cambio muy notable en la sociedad medioambiental si se inculcasen como aprendizaje imprescindible.
Refiriéndonos a la reutilización surge una forma de economía circular cuyo punto base es el de reducir, reusar y reciclar que lucha contra el producir, usar y tirar que hoy en día es base en la economía ciudadana. Esta economía apuesta por el desarrollo sostenible de los productos, enfocado a largo plazo, es decir el ciclo de vida natural de, por ejemplo, una prenda. El punto es parar y plantearse la forma de consumir que se está llevando y valorar si realmente es necesaria.
Está claro que como ciudadanos está en nuestra mano contribuir a esta causa con acciones rutinarias. Sin embargo, y aunque este echo no nos quita peso en nuestro deber, no toda la responsabilidad recae en nuestras acciones diarias. La responsabilidad medioambiental está también asociada al sector productivo y como consecuencia, a que las empresas lleven a cabo prácticas sostenibles, ya que para muchas de ellas la única prioridad hasta ahora ha sido el beneficio económico. A este tipo de empresas, ahora, se les exige un mayor compromiso con el medio ambiente, que se debe reafirmar con prácticas concretas.
Hay leyes en las que se reflejan las exigencias medioambientales, las cuales tienen como función prevenir, evitar y reparar los daños medioambientales que se puedan causar al entorno, éstas incluyen sus debidas sanciones, multas e indemnizaciones. Sin embargo, estas leyes muchas veces no llegan a puntos concretos que las empresas no respetan, como es por ejemplo la producción masiva. Los grandes productores deben tener gran conciencia a cerca de la producción sostenible y llevarla a cabo, no solo es importante el beneficio económico.
Cada uno podemos aportar nuestro granito de arena en una problemática que nos afecta a todos, el medio ambiente no es ajeno a nadie, no puede serlo. Se trata del mundo en el que vivimos, nuestro entorno, y si no lo valoramos y tratamos de manera responsable no dará tregua.
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